MANO A MANO DE LA POESÍA



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FLORENTINO BUSTOS EN LA ESCUELA






La poesía llenó los rincones de la escuela Maridiáz, perteneciente a la congregación de Hermanas Franciscanas, sede del colegio salesiano, San Juan Bosco, ubicada en la ciudad de San Juan de Pasto, al Suroccidente Colombiano. Las niñas de segundo grado de primaria, bajo la orientación de la ilustre y afable docente Paula Andrea Obando, conocieron a través de la magia de las letras, al escritor Ipialeño, Florentino Bustos, quien falleció un 14 de febrero del año 1971. Han pasado desde entonces 46 años de su partida, su voz se aviva en la tierna voz de las estudiantes de segundo de primaria, quienes recuerdan al “padre simbólico” de la poesía, como el autor que dejó un legado literario muy importante para las generaciones futuras, con su poesía mística, de ardiente fervor a Dios y a la santísima virgen María, en cuyo poemario Rimas Crepusculares escribiera:

MARÍA SÍMBOLO DE PAZ

¡María eres de paz la mensajera,
como iris de la bóveda celeste,
en Fátima difundes a tu huerta
la piedad y hermandad por la pradera…!

María eres, criatura la primera,
del hacedor – luciendo tu alba Vesta –
lo mueves a Jesús a que se preste
el amor ascender como una hoguera…!

¡El consuelo del orbe y la esperanza;
con dulzura, sometes a las fieras
y con largueza llenas nuestras eras…!

Risueña a la niñez, hecha bonanza:
Madre eres, a los hombres siempre humanos
bendícenos…, vivamos como hermanos…!



Florentino, además de componer versos de adoración, profeso un inmenso amor por la tierra que lo vio nacer: Ipiales, ciudad fronteriza con el hermano país del Ecuador, de gente apacible y trabajadora; inspiración de su magno himno:

¡Salve Ipiales! En parajes andinos
te despiertan tiernos mirlos y el sol;
tienes noches con paisajes divinos,
sus auroras nacarino arrebol;

I
En tu fiesta se alborozan tus hijos
con sus pechos rebosantes de amor;
¡Oh Ipiales! Al expandir regocijos
escudo luce... y un ideal tricolor!

XVII
Con su cielo azul, de verde esperanza
de paz pregonero en amable vivir;
y la niñez que es fanal y bonanza
otro Febo lo verá: porvenir.

XVIII
¡Obandeños! Escribid nuestra historia
con paciencia broquelad juventud;
siendo atletas alcanzad victoria
con insignias de saber y virtud.

XIX
¡Oh patricios! De la gloria hoy ufanos,
al Cristo que es luz sigamos en pos;
si sabemos convivir como hermanos
aquí está el trono donde mora Dios!


Las estudiantes leyeron con alegría los poemas del escritor y periodista Floerentino Bustos, aprenden con estusiasmo sobre el mundo, es por ello que tanto les gustó el Himno al sastre, oda que exalta esta noble labor donde se tejen sus sueños:

HIMNO AL SASTRE

Coro
El taller es el templo sagrado,
su oración va del éter en pos;
trabajar es vivir abnegado:
ofrendarse a la patria y a Dios!

I
Es el sastre el más hábil guerrero,
de la masa es el germen vital;
pues las armas esgrime ese obrero:
son tijeras, agujas, dedal…!

II
En sus obras en todo da lustre,
cada mano se torna en crisol;
y la plancha es el yunque del sastre
que refleja un incendio de Sol!

III
Es gestor que difunde la moda
de cachaco, lujoso y viril;
y en maquina –gustoso acomoda-
bello ajuar a la dama gentil…
IV
El trabajo es su cano fecundo,
la virtud su potente fanal;
es la insomne colmena del mundo,
que al bien busca hecho Febo eternal!

V
Trabajar es amar lo infinito,
es vencer a un glorioso titán:
con su voz, su clarín y su grito
a Noel, el coloso del Pan!

VI
El taller es el templo sagrado,
donde impera la diosa hermandad;
trabajar es orar. Extasiado
ya se puede gritar: libertad!

La velada literaria, en homenaje al poeta Florentino Bustos terminó con los versos costumbristas, que trajero  a la memoria el delicioso sabor del Cuy, plato típico del Departamento de Nariño, y de gran parte de la región andina:


De nuestro Charco lajeño,
¡Oh Clemencia sin rival!
te envío sabrosos cuyes
a tu gusto y paladar.

Preparados con esmero
con cebolla, ajo y sal;
por Mercedes de Rosero,

nuestra técnica de par.


Desde LITNAR, exaltamos la bella labor de la notable docente Paula Andrea Obando, y le extendemos nuestras felicitaciones por compartir su experiencia al rescatar y fomentar la literatura regional en sus estudiantes. 




Fotografías autoría Paula Andrea Obando.
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REGRESAN LOS RECITALES HOJAS DE LA TARDE VERDE “PALABRAS EN EL VIENTO PARA LA CIUDAD”, 2017



Regresan los Recitales Hojas de la Tarde Verde, organizados por la Fundación Urcunina Literaria, en esta oportunidad con los escritores y poetas: Graciela Sánchez Narváez, Rafael Sanz Moncayo, Alexander Córdoba M. y Mario Gallardo Cuastumal.

Con la participación musical de Mario Fernando Jurado Violinista y el Cuarteto de Cuerdas de la Red de Escuelas de Formación Musical y la Agrupación de Danzas Adulto Mayor Urbanización Villas del Norte.

Fecha: 18 de febrero
Hora: 4:30 pm
Lugar: Casa JANAKATU, Manzana 8 Casa 20, Villas del Norte B/Aranda.
Entrada libre.

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FLORENTINO BUSTOS ESTUPIÑÁN



FLORENTINO BUSTOS E.
(Ipiales, enero 5 de 1893- febrero 14 de 1971)
A los 46 años de su muerte
Por. J. Mauricio Chaves-Bustos

El “Poeta Bustos” como fue y es tradición decir en Ipiales, constituye la esencia de un hombre que se entregó de lleno a su terruño y a su labor, que no fue otra que la poesía, a la que le dedicó su tiempo, su fortuna y su genio. Como bien lo dice el Dr. Julio Cesar Goyes “El poeta Bustos es nuestro padre simbólico”, en la medida que con él arranca el oficio del escritor en el Sur de Colombia, con una obra meditada y sentida, poemas románticos en donde se experimentaba con la forma y se pulían los versos arrancados de las entrañas, fue un poeta único en su género, ya que no hizo más que escribir, incursionó en el periodismo, fundando los periódicos “Nubes Verdes” y “Sur de Colombia”, además colaboró en la mayoría de revistas y periódicos que se editaban en su época en Nariño.

Florentino Bustos Estupiñán, constituye, sin lugar a dudas, el epítome del escritor de oficio. Así se lo conoció en Ipiales, su amado pueblo, su ensoñación, meta de todos sus esfuerzos y desvelos literarios. Desde temprana edad tomó como vocación el ejercicio de escribir, tanto en los incipientes periódicos que circulaban a inicios del siglo XX en el Sur occidente colombiano, como en la prensa de otros rincones de la patria, inclusive su obra poética fue seleccionada en los Cuadernos Hispanoamericanos, de la Casa Maucci de Barcelona, donde, por demás, inaugura en cierta medida, el ejercicio de reportero gráfico en Nariño, ya que aparecen en dichos cuadernos una serie de fotografías del Ipiales de antaño, así como alusiones a estas tierras del Sur colombiano. Hizo de periodista, de historiador, de gramático, de difusor cultural, bien desde sus propios periódicos como Nubes Verdes, Sur de Colombia o la Palabra o en esa serie de bellas revistas y periódicos de la región, en donde discurrían serios debates sobre el acontecer ciudadano, la política, la cultura, el civismo, todo enmarcado con el piélago del respeto y el sano criterio. Así era Bustos.

Pero se lo recuerda como Poeta, El Poeta, en Ipiales, hasta hace algunos años, era alusión a Florentino Bustos. Pero no fue un título gratuito que le obsequió su pueblo. En su auto apostolado literario, se detuvo en la lectura de los grandes clásicos de la literatura castellana, por eso su estilo soberbio, cuando no fastuoso y siempre lírico. Se reconoció como un sujeto con un propósito específico en la vida, la de escribir, y a la par, la de servir y sentir con las entrañas el amor a su pueblo:

¡Amo al pueblo también! Quién no se inspira
ante tanta bondad, tanta grandeza
por eso, en mi cantar y en roca lira
¡el corazón le doy y mi altiveza!

¡Amo al pueblo también! Mi alma suspira
al verlo perseguido con rudeza;
ufano, con fervor me enciendo en ira,
como león de indómita fiereza.

¡Amo al pueblo también! Es mi tesoro,
es mi honda inspiración: numen, cordaje.
¡Amo al pueblo también! Respeto imploro

para el fuerte titán, por su coraje...
¡Amo al pueblo también! Solo, contrito
oraré yo por él, al infinito.

La palabra fue su aliento. El verbo lo reclamaba insistentemente, lo hizo su cofrade. La pluma le fue consustancial a su existencia. Por eso admiraba, no sin razón, a aquellos grandes que entendían que el oficio de escribir es la esencia de la humanidad, Bustos entendió que mediante la escritura se podía dejar no solamente testimonio de la razón, en una episteme que busca afanosamente el desarrollo, en una herencia occidental que nos pesa y nos pesará siempre, sino que también en la palabra poética se podía dejar constancia de lo entitivo, de lo pulsional, no es ya la razón obtusa en el capricho del progreso, sino el testimonio del sentimiento, de lo inconsciente, ya que Bustos también fue presa de una transverberación donde sentía, no como Santa Teresa dolor de amor en Dios, sino dolor de amor en la palabra misma, bueno, San Juan equipara a Dios con el Verbo, no en vano decimos que Bustos, tan creyente también, transverberara en la palabra.

Yo no puedo callar: aunque mi grito
se pierda en la mudez del firmamento,
yo no puedo callar... En lo infinito
¡brillará rutilante el pensamiento!

Yo no puedo callar: se que proscrito
me lanzaré al azar con ardimiento...
Tendré la consistencia del granito
¡y del Sol el perenne lucimiento!

Yo no puedo callar: nunca se abate
quien tiene un ideal, la Poesía.
Yo no puedo callar: en el combate

fustigaré el error, la hipocresía.
El cóndor sólo cae al golpe fuerte
del ala inexorable de la muerte.

Bustos tuvo también la vida del poeta clásico. Sus faenas diarias transcurrían entre la conversación, la escritura, los paseos por la ciudad o sus alrededores, las visitas a los amigos, los colegas. Eran otras épocas, donde en los cafés se hacían verdaderas tertulias literarias, donde Bustos, como lo anota Leopoldo López Álvarez, se destacaba por algo que fue cualidad en él, el repentísimo, donde improvisaba sonetos, romances, en un estilo perfecto y con una armonía depuraba que asombraba a neófitos y a expertos. Terno de vestimenta, en diario luto por todo aquello que moría a cada instante. Sombrero Borzalino, bastón y mostacho a lo Chaplin. Solterón empedernido, aunque pulula el verso firme por los amores que seguramente fueron, y sobre aquellos imposibles, su poesía está cargada de ese amor físico contenido, pero también muestra la firmeza del hombre que ama en, con y desde el espíritu, propio de la corriente poética en la que se matriculó y se reconoció, la del romanticismo, aunque también es moderno y algo parnasiano, es decir que confluye el sentimiento y la belleza trazados en rimas y estructuras literarias perfectas; esa carga relacional contenida en un celibato poco comprendido, aflora y se hace éxtasis en su palabra, la poesía es el torrente que le permite descargar toda esa fuerza contenida, de ahí un erotismo sutil en sus versos, la insinuación del caballero que desea pero que se contiene, es el ejercicio del subconsciente que debe manifestarse frente a la pulsión contenida

Hoy se busca volver a recordar al hombre, al poeta, al nariñense comprometido, ya que su palabra sintiente sigue siendo un legado para quienes seguimos el camino de las letras, si bien su nombre se pierde en la memoria de su natal Ipiales, su legado sigue latente, como una sombra, en ese hombre que hizo de la poesía su mansión y su destino.



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Madrigales



Madrigales


I
Déjame ya ocultarme en tu recuerdo inmenso,
que me toca y me ciñe como una niebla amante;
y que la tibia tierra de tu carne me añore,
oh isla de alas rosadas, plegadas dulcemente.

Y estos versos fugaces que tal vez fueron besos,
y polen de florestas en futuros sin tiempo,
ya son como reflejos de lunas y de olvidos,
estos versos que digo, sin decir, a tu oído.

II
Llámame en la hondonada de tus sueños más dulces,
llámame con tus cielos, con tus nocturnos firmamentos,
llámame con tus noches desgarradas al fondo
por esa ala inmensa de imposible blancura.

Llámame en el collado, llámame en la llanura
y en el viento y la nieve, la aurora y el poniente,
llámame con tu voz, que es esa flor que sube
mientras a tierra caen llorándola sus pétalos.

III
No es para ti que, al fin, estas líneas escribo
en la página azul de este cielo nostálgico
como el viejo lamento del viento en el postigo
del día más floral entre los días idos.

Una palabra vuelve, pero no es tu palabra,
aunque fuera tu aliento que repite mi nombre,
sino mi boca húmeda de tus besos perdidos,
sino tus labios vivos en los míos, furtivos.

Y vuelve, cada siempre, entre el follaje alterno
de días y de noches, de soles y sombrías
estrellas repetidas, vuelve como el celaje
y su bandada quieta, veloz y sin fatiga.

No es para ti este canto que fulge de tus lágrimas,
no para ti este verso de melodías oscuras,
sino que entre mis manos tu temblor aún persiste
y en él, el fuego eterno de nuestras horas mudas.



*Gobernación de Nariño. (2004). Aurelio Arturo. El poeta del siglo. 


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